El Axioma Propuesto
Sobre esta base - esto es, sobre la base de que las Escrituras son la mente de Dios - la relación con la lógica puede ser fácilmente esclarecida. Como debe ser esperado, si Dios ha hablado, lo ha hecho de forma lógica. Las Escrituras por tanto deberán exhibir una organización lógica, tal como de hecho lo exhiben. Por ejemplo, Romanos 4:2 es un silogismo entimemático hipotético-destructivo. Romanos 5:13 es un silogismo hipotético constructivo. 1 Corintios 15:15-18 es una serie de proposiciones en cadena, en el cual el predicado de una es el sujeto de la otra. Obviamente, ejemplos de formas lógicas establecidas como estas pueden ser ampliamente enumeradas.
Existe, por supuesto, mucho en las Escrituras que no es silogístico. Las secciones históricas son en gran parte narrativas; sin embargo, cada oración declarativa es una unidad lógica. Estas oraciones son verdades; como tales, son objetos de conocimiento. Cada una de ellas tiene, o quizás deberíamos decir, cada una de ellas es un predicado fijado a un sujeto. Sólo de esa manera pueden contener un significado.
Aún en las palabras singulares mismas, como muy ciertamente es visto en los casos de sustantivos y verbos, la lógica está incrustada. Si las Escrituras dicen, "David fue el Rey de Israel", no significa que David era el Presidente de Babilonia; y ciertamente no significa que Churchill fue el Primer Ministro de China. Esto para decir que las palabras David, Rey e Israel tienen significados definidos. La vieja difamación de que las Escrituras son una bola de cera y que la interpretación es infinítamente elástica está claramente equivocada. Si no hubiesen límites para la interpretación, pudiéramos interpretar la difamación misma como una aceptación de la plena y verbal inspiración. Ya que la difamación no puede ser interpretada de esa forma, tampoco puede ser el Nacimiento Virginal interpretado como un mito, ni la Resurrección como un símbolo de la primavera. Sin duda habrán algunos asuntos difíciles de comprender que los indoctos arrancan para su propia destrucción, pero las dificultades no son mayores que las encontradas en Aristóteles o en Plotino, y contra estos filósofos nunca se dirigen con semejantes difamaciones. Más aún, sólo algunos asuntos son difíciles. En cuanto al resto, los Protestantes siempre han insistido en la perspicuidad de las Escrituras.
Tampoco necesitamos perder el tiempo repitiendo la explicación Aristotélica acerca de las palabras ambiguas. El hecho de que una palabra deba significar una cosa y no su contradicción es la evidencia de la ley de la contradicción en todo lenguaje racional. Esta exhibición de la lógica incrustada en las Escrituras explica por qué las Escrituras, y no la ley de la contradicción, es seleccionada como el axioma. Si nos quedáramos meramente asumiendo la ley de la contradicción, no estuviésemos mejor que lo que estuvo Kant. Su noción de que el conocimiento requería categorías a priori merece gran respeto. De una vez por todas, y de forma positiva - el halago a la vía negativa y no intencional de Hume - Kant demostró la necesidad de los axiomas, presuposiciones o equipaje a priori. No obstante, este sine qua non no es suficiente para producir el conocimiento. Por tanto, la ley de la contradicción como tal y por sí sólo no es hecho el axioma de este argumento.
Por una razón similar, Dios como distinto de las Escrituras no se hará el axioma de este argumento. Sin duda esta vuelta parecerá extraña a muchos teólogos*. Lucirá particularmente extraña luego de los énfasis previos acerca de la mente de Dios como el origen de toda verdad. ¿No debe ser Dios el axioma? Por ejemplo, el primer artículo de la Confesión de Augsburgo provee la doctrina de Dios, y la doctrina de las Escrituras a penas aparece en el documento completo. En la Confesión de Francia del 1559, el primer artículo trata sobre Dios, y las Escrituras son discutidas en las cinco subsiguientes. La Confesión Belga muestra este mismo orden. La Confesión de Escocia del 1560 empieza con Dios y luego llega a las Escrituras sólo en el artículo diecinueve. Los Treina y Nueve Artículos empiezan con la Trinidad, y se llega a las Escrituras en los artículos seis y los siguientes. Si Dios es soberano, parece muy razonable colocarle primero en el sistema.
Sin embargo, varios otros credos, especialmente la Confesión de Westminster, enuncian la doctrina de las Escrituras justo al principio. La explicación es simple: nuestro conocimiento de Dios viene de la Biblia. Podemos aseverar que cada proposición es verdadera porque Dios piensa que lo es, y podemos seguir a Charnock en todo su gran detalle, pero el escenario completo es basado en las Escrituras. Supongamos que no fuese así. "Dios" como axioma, aparte de las Escrituras, sería sólo un nombre. Debemos especificar cuál Dios. El sistema mejor conocido donde "Dios" fue hecho un axioma es el de Spinoza. Para él, todo los teoremas son deducidos de la Deus sive Natura. Pero es la Natura la que define el Dios de Spinoza. Dioses diferentes pueden ser hechos axiomas de otros sistemas. Por tanto, lo importante no es presuponer a Dios, sino definir la mente del Dios que ha de ser presupuesto. Por tanto, las Escrituras son ofrecidas acá como el axioma. Esto provee definición y contenido, sin lo cual un axioma sería inútil.
Así es como Dios, las Escrituras, y la lógica están juntamente ligadas. Los Pietistas no deben quejarse de que el énfasis sobre la lógica es una deificación de un abstracto, o que sea el razonamiento humano divorciado de Dios. El énfasis en la lógica está estrictamente en acorde con el prólogo de Juan, y no es más que un reconocimiento de la naturaleza de Dios. ¿No parecería peculiar que, en esta conexión, un teólogo pueda estar tan fuertemente sujeto a la doctrina de la Expiación, o un Pietista a la idea de la santificación, que sin duda es explicada sólo en algunas porciones de las Escrituras, y aún así sean hostiles hacia - o sospechosos de - la racionalidad y la lógica que cada verso de las Escrituras exhibe?
(Traducido de "God and Logic", por Gordon H. Clark)
*Nota: Este punto en particular podrá ser observado como unos de los distanciamientos principales entre el sistema propuesto por Gordon Clark, contra el de Cornelio Van Til. Su frase acá escrita "Sin duda esta vuelta parecerá extraña a muchos teólogos" no sólo vino a ser un hecho, sino que fue el centro de toda una controversia que, discutiblemente, continúa hasta nuestros días. Entre estas dos perspectivas, quien traduce y el autor de esta nota actualmente está de acuerdo con la perspectiva expuesta acá. Más información se ofrece en el libro "The Clark Van-Til Controversy", por Herman Hoeksema.
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