19.5.07

Parte 4, Respuesta de Hitchens (ateo)

De: Christopher Hitchens

A: Douglas Wilson

Parte 4


Aquí yace la razón por la que coloco tanto énfasis en mi libro acerca de la importancia de William de Ockham y su bien celebrada navaja. ¿Por qué—si me excusa la impresión—es que los de la fe gastan tanto tiempo creando un misterio donde ninguno existe? ¿Y por qué es que insisten en insertar asumidos injustificados?

Yo tomo el significado sencillo del pasaje de Lucas (en una sección que está coagulado de historias sobre el sacar diablos y otras brujerías vergonzosas) como el deber hacia los que están en necesidad. ¿Seguramente perdería mucha de su fuerza si la lección tratase sobre etnicidades discrepantes de los cuales no podemos, en todo caso, estar seguros de su existencia? Nada puede "invertir" el mensaje a que se emule al Samaritano y que vayan y "hagan vosotros lo mismo".

Tú diluyes la pureza de esto—lo cual es moralmente inteligible a cualquier ateo o humanista—diciendo que hay una brecha de un milenio y medio entre la "revelación" de esta simple obra de caridad y su cumplimiento anecdotal. También parece que no encuentras distinción entre el requerimiento inteligible a "amar a su prójimo" y el imposible mandato de amar a otro "como a uno mismo". No estamos hechos como para amar a otros como a nosotros mismos: Esto admisiblemente pudiera ser un defecto en nuestro "diseño", pero en tal caso la ironía terminaría costándote a ti. La Ley Dorada se puede encontrar en los Anales de Confucio y en el dicho del Rabbi Babilonio Hillel, quien era predecesor por mucho de la era Cristiana y quien cuerdamente enunció que no se debería hacer a otros cualquier cosa que fuera repulsivo si se hace a uno. (Incluso esto me choca como contradictorio o como tautológico, ya que seguramente estaremos de acuerdo que los sociópatas y los psicópatas en verdad se merecen ser tratados en formas que serían objetables a una persona moralmente normal.)

Cuando dices que los hombres nunca han sabido ni tampoco entienden el principio esencial, sin embargo, hablas de forma absurda. La moralidad ordinaria es innata en mi visión. Pero si, en la tuya, aún no es conocida, entonces se han malgastado siglos de divina exhortación. Estás atrapado en una red que tú mismo fabricaste. Observa un momento la lista de crímenes actuales o potenciales que tú mencionas. El genocidio no es condenado por el Antiguo Testamento, ni tampoco (como tú bien sabes y en otra parte has concedido) lo es la esclavitud. Mas bien, estos dos horrores son frecuentemente recomendados de forma positiva en la sagrada escritura. El aborto es denunciado en el Juramento de Hipócrates, que existe mucho antes que el Cristianismo. En cuanto a la pena capital y la guerra injusta, los seculares y los religiosos están de igual forma en partidos opuestos en las definiciones mismas que requeriría cualquier condenación. (Cuando tú incluyes la "investigación de células madre", por cierto, asumo que sin intenciones omitiste la palabra "embriónicas".)

Para responder a tu innecesariamente complicada pregunta subsecuente: Los ateos de ninguna manera son "tímidos" en cuanto a la cuestión del mal ni la posibilidad de la derivación de la ética por medios no-sobrenaturales. Simplemente estamos reacios a decir que, si la fe religiosa cae—como creemos que tiene que ser, y que de algún modo ya ha ocurrido—entonces la estructura básica de la decencia también se cae. Y tampoco dejamos de notar que un corolario está en juego: La forma en que la religión provoca que la gente se comporte peor que como lo haría de otro modo. Toma un vistazo al periódico de hoy si no me crees: Observa lo que los partidos de Dios están haciendo en Iraq. O nota la sórdida pero a la vez piadosa mercadería de Ralph Reed, Jack Abramoff y el ya fallecido Jerry Falwell. En la ladera de la cama de este último es donde tú deberías ir a hacer tu pregunta—¿te atreverías a decir que un seguidor de Albert Einstein o de Bertrand Russell estuviese relamiéndose de la misma manera en su último momento de vida? En cualquier caso—un fanfarrón ateo o un hipócritamente religioso—confío en que ambos sabríamos lo suficiente para poder ser bastante "juiciosos". Yo difiero de ti sólo en no requerir ningun apoyo sobrenatural ni en afirmar ser lo suficientemente engreído como para poseer tal poder.

Me dan pena observar que sarcásticamente te refieres a Tomás Jefferson como "mi" amado. ¿Acaso no lo respetas tú también? ¿Y por qué no puedes invocar la suficiente caridad como para creer que un no-creyente pueda donar sangre, digamos, sin ninguna razón, sólo por la mera satisfacción de ofrecer un servicio que envuelve sólo un beneficio y ninguna pérdida? Según tú, el que yo haga esto no tiene sentido a menos que acepte la increíble idea de que, luego de cientos y cientos de años de vida y sufrimiento humanas, que Dios escogió un momento hace algunos miles de años atrás para finalmente montar una intervención. Tarde o temprano, tendrás que aceptar que una persona buena puede nacer, y que no tenga que forzar su mente a creer semejante cosa fantástica. Para ese punto, observarás que tus condiciones agotadoras son excedentes de requerimientos.

Para cerrar, responderé a tu torpe observación acerca de mi vehículo, citando a Heine quien dijo:

En la era oscura la gente es mejor guiada por la religión, como en una noche de pura oscuridad un hombre ciego es la mejor guía; él conoce las carreteras y caminos mejor que el hombre quien puede ver. Cuando la luz del día llega, sin embargo, es de tontos usar a ancianos ciegos como guías.
El argumento que tú has estado haciendo ya quedó atrás mucho antes de que cualquiera de nosotros hubiera nacido. No existe una necesidad de revelación para obligar a la moralidad, y la idea de que la buena conducta necesita una recompensa celestial, o que la mala conducta amerita un castigo infernal, es una degradación a nuestros derechos y deberes a escoger por nosotros mismos.


— Christopher Hitchens


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