Siervos a la justicia
En Cristo hemos sido liberados de las cadenas del pecado y de la muerte. Nuestra fe en esa realidad debe llevarnos a no sólo saberlo, sino creerlo de tal modo que repercuta en nuestra forma de vida.
Cada paso que damos, lo hacemos sobre esa noción y sobre esa verdad. Si Cristo reina en mí, sólo soy siervo a la justicia y tengo poder para decirle "no" al pecado.
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