Cullmann, Acerca del Tiempo (II)
Esta cita, cuyo contenido controla el pensamiento completo de Cullmann, sufre de serios defectos. Aparte de la falsa piedad al fingir completa libertad de todos los conceptos filosóficos sobre el tiempo y la eternidad, la afirmación de que Cullmann tenga tal libertad es falsa. Cuando Cullmann asevera que el tiempo es "sin fin", "ilimitado tanto hacia detrás como hacia adelante", y luego cuando concluye que el tiempo es, por tanto, eternidad, él se está adentrando en la metafísica tanto como si dijese lo contrario. La cita no equivale a una teoría filosófica completa acerca del tiempo; no es ni siquiera una definición; no obstante, ciertamente es una proposición metafísica. Una negación de la distinción entre el tiempo y la eternidad no es la metafísica Platónica. Tampoco está en acuerdo con Agustín ni con Charles Hodge. Pero quizás pudiera caber dentro de una metafísica Aristotélica, ya que al descartar lo primero, asevera algo parecido a lo segundo.
Desafortunadamente, Cullmann pone en claro qué tanto de Aristóteles él acepta. El menciona solamente "ilimitado tanto hacia detrás como hacia adelante". Esto pudiera caber dentro de una visión Kantiana en vez de una Aristotélica. Cullmann no nos dice lo suficiente para que decidamos. Esto, su fracaso en decir positivamente lo que él quiere señalar cuando dice "tiempo", deja a muchas de sus aserciones sin fundamento. ¿Puede una persona confiadamente aseverar que el tiempo es ilimitado en ambas direcciones sin saber lo que el tiempo es? Aristóteles definió el tiempo y así lo aseveró. Para él, el tiempo era la medida del movimiento, y ya que explícitamente estuvo de acuerdo con que el movimiento nunca pudiese haber empezado, él consistentemente aseveró que el universo siempre ha existido y que el tiempo es infinito. Pero una persona quien cree que Dios creó el universo en un momento definido y no infinitamente remoto no puede seguir a Aristóteles. Sin duda Cullmann repudiaría cualquier dependencia de Aristóteles o Kant. Su deseo es ser Bíblico. El busca contrastar el Cristianismo primitivo con la filosofía Griega. Pero Barr en su Biblical Words for Time (Palabras Bíblicas para el Tiempo) asevera que el estudio en el vocabulario de Cullmann fracasa en sustentar su negación de una distinción entre el tiempo y la eternidad.
La discusión acá, sin embargo, no puede volverse a estudios de vocablos. Sin embargo, pudiera ser reconocido que, aún en la definición de Agustín- de hecho, por la razón de la definición de Agustín- el siglo venidero no es la eternidad, sino una sucesión temporal sin fin. Los seres creados, los ángeles y los hombres, por su naturaleza creada, siempre tendrán una sucesión de ideas. Pero de esto en ninguna forma se deduce que no hay otra "eternidad" que esta. Dios no tiene una sucesión de ideas. El es omnisciente. El jamás recibe desde alguna otra fuente ni de su propio genio inventivo una idea que nunca tenía previamente. Tampoco Dios olvida. Su mente es completamente inmutable, pues si fuera de otro modo sería ignorante a veces. Esto, entonces, es la eternidad. El tiempo entró en operación junto con las mentes creadas. La eternidad nunca cambia. Sin embargo, si Cullmann o cualquier otro se encuentra en desacuerdo con esta conclusión, esa persona deberá decirnos lo que es el tiempo antes de que pueda explicar por qué está en desacuerdo.
Precisamente por esta razón la confusión surge cuando Cullmann contrasta la visión Griega del tiempo con el concepto de los "primeros Cristianos". En primer lugar, no existe una teoría que pueda ser llamada "la visión Griega del tiempo". Sin duda la visión Aristotélica del tiempo descartó el concepto de la eternidad, pero a su vez Platón sí aseveró que la eternidad era distinguible del tiempo. Ninguna de estas visiones es más ni menos "Griega" que la otra. Parménides ni siquiera postuló el tiempo, y Demócrito ni habló sobre el asunto.
(de "Time and Eternity", por Gordon Clark)
[Continúa . . . ]
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