6.9.06

"La muerte está muerta"... Atanasio y la Resurrección, parte II

Otra porción de este tremendo escrito de Atanasio, la continuación a la porción publicada. Espero que no se desmotiven con la longitud de este post, y que lo lean detenidamente. Estoy seguro que se asombrarán con las poderosas palabras que este siervo dice, y bendecirá sus vidas.

"Si, entonces, por la señal de la cruz y por la fe en Cristo la muerte ha sido pisoteada, es claro que es Cristo mismo y nadie más quien es el Archivictorioso sobre la muerte y le ha robado su poder. La muerte solía ser fuerte y terrible, pero ahora, desde el sufrimiento del Salvador y la muerte y resurrección de Su cuerpo, es repudiado; y obviamente es por el mismo Cristo Quien subió a la cruz que ha sido destruída y desvanecida finalmente.

Cuando el sol se levanta luego de la noche y el mundo completo es iluminado por él, nadie duda que es el sol lo que ha arrojado su luz y ha echado fuera la oscuridad. Igualmente claro es que, dado que esta completa mofa y pisoteo de la muerte ha venido como resultado de la manifestación del Salvador en el cuerpo y Su muerte en la cruz, que es El Mismo Quien tornó la muerte en nada, y diariamente levanta monumentos a Su victoria a través de Sus propios discípulos.

¿Cómo se puede pensar de otra manera, cuando ves a hombres que son débiles por naturaleza huyendo hacia la muerte, sin temor a la posibilidad de la corrupción, sin temor a descender al Hades, incluso provocándole con todo el alma, sin disminuírse en las torturas, sino prefiriendo huir a la muerte por el bien de Cristo, en vez de permanecer en esta vida presente? Si usted ve con sus propios ojos a hombres, mujeres e incluso niños, dando bienvenida a la muerte por el bien de la religión de Cristo, ¿cómo se puede ser tan enteramente tonto e incrédulo e impedido en su mente para no darse cuenta de que Cristo, a Quien todos estos dan testimonio, El Mismo otorga la victoria a cada uno, haciendo la muerte completamente impotente para aquellos quienes se allegan a Su fe y muestran la señal de la cruz?

Nadie en sus cabales duda que una serpiente está muerta cuando la ve pisoteada, especialmente cuando sabes lo salvaje que solía ser; ni tampoco, si ve a niños burlándose de un león, duda que el animal está muerto o completamente vacío de fuerzas. Estas cosas pueden ser vistas con nuestros propios ojos, y es lo mismo con la conquista de la muerte. Ya no dude más, pues, cuando vea la muerte mofada e insultada por aquellos quienes creen en Cristo, que por Cristo la muerte ha sido destruída, y la corrupción que viene con ella ha sido resuelta y finalizada.

Lo que hemos dicho acá en verdad no es una pequeña evidencia de la destrucción de la muerte y del hecho que la cruz del Señor es el monumento de Su victoria. Pero la resurrección del cuerpo a immortalidad, que resulta de acá en adelante por la obra de Cristo, el Salvador comú y la verdadera Vida de todos, es más efectivamente probado por hechos que por palabras a aquellos cuya visión mental es sana. Esto es, porque, como hemos mostrado, la muerte fue destruída y todos la pisotean por Cristo, ¡cuánto más la pisoteó El primero, y la destruyó en Su propio cuerpo! Habiendo sido la muerte matada por El, entonces, ¿qué otro asunto puede haber que la resurrección de Su cuerpo y su demostración abierta como el monumento de Su victoria? ¿Cómo podía ser la destrucción de la muerte manifiesta a todos, si no fuera porque el cuerpo del Señor había sido levantado?

Pero si alguien considera incluso esto como insuficiente, que le sea permitido encontrar evidencia de lo dicho en los hechos presentes. Los hombres muertos no pueden tomar acciones efectivas; su poder de influencia sobre otros perdura sólo hasta la tumba. Las obras y acciones que energizan a otros sólo pertenecen a los vivos. Bien, entonces, observemos los hechos en este caso. El Salvador está obrando poderosamente entre los hombres, todos los días El está invisiblemente persuadiendo grandes números de personas alrededor del mundo, tanto dentro como fuera del mundo de habla griega, para que acepten Su fe y sean obedientes a Su enseñanza.

¿Puede alguien, al observar esto, dudar todavía de que El resucitó y vive, o que El Mismo sea la Vida? ¿Acaso un hombre muerto punza las consciencias de los hombres, para que desechen a los vientos las tradiciones de sus padres, y se postren ante la enseñanza de Cristo? Si El ya no está activo en el mundo, como tendría que ser si estuviera muerto, ¿cómo es que El provoca que los vivos cesen de sus actividades, el adúltero de su adulterio, el asesino de su asesinato, el injusto de su avaricia, mientras que el hombre profano y sin dios se vuelva religioso? Si El no resucitó, sino que permanece muerto, ¿cómo es que El guía y persigue y lanza a los falsos dioses, quienes los incrédulos piensan que están vivos, y los espíritus malignos que ellos alaban? Donde Cristo es nombrado, la idolatría es destruída y el fraude e los espíritus malignos es expuesta; ciertamente, ningún espíritu tal puede soportar ese Nombre, sino que toma vuelo al oír su sonido. Esta es la obra de Aquel Quien vive, no de un muerto; y, más que eso, es la obra de Dios. Sería absurdo decir que los espíritus malignos que El hace huír y los ídolos que El destruye estén vivos, y a la vez que Aquel Quien los hace huír destruyéndolos, y Quien ellos mismos declaran como el Hijo de Dios, esté muerto.

En resumen, entonces, aquellos quienes dudan de la resurrección no tienen apoyo en los hechos, si ni sus dioses y espíritus malignos no hacen huír al Cristo supuestamente muerto. Por el contrario, es El Quien los amonesta como muertos. Estamos de acuerdo con que una persona muerta puede hacer nada; sin embargo el Salvador obra poderosamente cada día, atrayendo a los hombres a la religión, persuadiéndoles a la virtud, enseñándoles sobre la inmortalidad, reviviendo su sed por las cosas celestiales, revelándoles el conocimiento del Padre, inspirando fuerzas en cara a la muerte, manifestándose a Si a cada persona, y desplazando la irreligión de los ídolos; mientras que los dioses y espíritus malignos de los incrédulos pueden hacer ninguna de estas cosas, sino que se mueren en la presencia de Cristo, y toda su ostentación es vana y anulada. Por la señal de la cruz, por el contrario, toda la magia es debilitada, toda hechicería es confundida, todos los ídolos son abandonados y desertados, y todo placer sin sentido cesa, en el momento en que el ojo de fe mira hacia arriba desde la tierra al cielo.

¿Quién, entonces, debemos decir que está muerto? ¿Deberíamos decir que Cristo, El que efectúa estas cosas, está muerto? Los muertos no tienen facultad para efectuar algo. ¿No deberíamos entonces decir que la muerte es la que está muerta, la que no efectúa estas cosas, sino que yace tan muerta e inefectiva como aquellos espíritus malignos e ídolos? El Hijo de Dios, vivo y efectivo, está activo cada día y efectúa la salvación de todos; pero diariamente es probado que la muerte fue despojada de toda su fuerza, y son los ídolos y espíritus malignos los que están muertos, no El. No queda lugar para la duda, por tanto, acerca de la resurrección de Su cuerpo.

Ciertamente parecería que aquel quien duda de esta resurrección corporal del Señor es ignorante del poder de la Palabra y Sabiduría de Dios. Si El tomó un cuerpo para Si, y lo hizo Suyo en cumplimiento de Su propósito, como hemos mostrado que así hizo, ¿qué haría el Señor con él, y qué ocurriría con ese cuerpo sobre el cual el Verbo ascendió? Mortal y ofrecido en muerte por todos, como fue, no tenía otra opción que morir; ciertamente, fue por ese mismo propósito que el Salvador se lo había preparado para Si. Pero por otra parte no podía permanecer muerto, porque se había tornado en el templo mismo de la Vida. Por tanto murió, como mortal, pero vivió de nuevo por la Vida dentro de sí; y su resurrección es manifestada por sus obras.

Ciertamente está de acuerdo con la naturaleza del Dios invisible que El sea conocido a través de Sus obras; y aquellos quienes dudan de la resurrección del Señor porque no lo pueden ver con sus ojos, bien pudieran negar las leyes mismas de la naturaleza. Ellos tienen base para su incredulidad cuando las obras son escasas; pero cuando las obras gritan y prueban el hecho tan claramente, ¿por qué es que deliberadamente niegan la vida resucitada que ha sido mostrada de forma tan manifiesta? Incluso si sus facultades mentales están defectuosas, ciertamente sus ojos pueden otorgarles pruebas irrefragables del poder y Deidad de Cristo. Un hombre ciego no puede ver el sol, pero conoce que está sobre la tierra por el calor que transmite; similarmente, que aquellos quienes aún están en la ceguera de la incredulidad reconozcan la Deidad de Cristo y la resurrección que ha traído a través de su manifiesto poder en los demás.

Obviamente El no estaría sacando a espíritus malignos y destruyendo a ídolos si El estuviera muerto, ya que los espíritus no obedecieran a un muerto. Si, por otra parte, cada vez que se Le nombra ellos huyen, claramente El no está muerto; y estos mismos espíritus, quienes perciben cosas no vistas por el hombre, sabrían si lo estuviera y rehusarían desobedecerle. Sin embargo, de hecho, lo que las personas profanas duda, incluso los espíritus malignos lo saben - esto es, que El es Dios; y por esa razón ellos huyen de El y caen a Sus pies, gritando tal como gritaban cuando El estaba en el cuerpo, 'Sabemos quién eres, el Santo de Dios" y "¿Qué tenemos contigo, Hijo de Dios? Te imploramos, no nos atormentes.'

Tanto por la confesión de los espíritus malignos y por el testimonio diario de Sus obras, es entonces manifiesto, y que nadie lo dude, que el Salvador ha levantado Su propio cuerpo, y que El es el mismo Hijo de Dios, teniendo Su ser de Dios como de un Padre, Cuya Palabra y Sabiduría y Cuyo Poder El es. El es quien en los últimos días asumió un cuerpo para la salvación de todos nosotros, y enseñó al mundo sobre el Padre. Es El Quien ha destruído a la muerte y nos otorgó la incorrupción por la promesa de la resurrección, habiendo levantado Su propio cuerpo como los primeros frutos, y manifestándolo por la señal de la cruz como un monumento a Su victoria sobre la muerte y la corrupción."

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