3.2.11

Muchas Preguntas, pero ¿Y Las Respuestas?

Hoy dediqué un tiempo para ponerme un poco al día con la lectura de blogs de otros hermanos, la mayoría de ellos escritores tremendamente más formidables que yo. Muchos de ellos expresan inquietudes que sé son muy reales y sinceras.

Sin embargo, una tendencia que veo bien marcada es la del tipo de escritos cargados de signos de interrogación. Un ejemplo inventado pero ilustrativo:

"¿Qué debe hacer la iglesia de hoy? ¿Cómo podemos reflejar más a Jesús? ¿Cuándo será que la iglesia vivirá un despertar? ¿Quiénes son los que están capacitados para llevar la misión de la iglesia? ¿Por qué debemos someternos a viejos patrones doctrinales? ¿Cómo será que Dios quiere que llevemos una relación relevante con Él y con otros durante estos tiempos?"

Como dije, sé que estas preguntas son sinceras, vienen desde una inquietud muy profunda y se visten de valentía en su expresión pública. Pero si me permiten agregar una, me gustaría tomar esta ocasión:

¿De qué sirve preguntar tanto si nadie a fin de cuentas responde?

Sí, toma valentía lanzar preguntas sinceras al aire, pero  hace falta mucho más coraje atreverse a ofrecer una respuesta, propuesta, sugerencia, idea, cualquier paso hacia adelante que cierre el bucle interrogatorio.

Sospecho que en estos tiempos, el ofrecer respuestas luce como un atrevimiento, una osadía arrogante, ya que a fin de cuentas nadie posee la verdad absoluta y por tanto nadie tiene el derecho de responder. Esto es un típico ejemplo de imposición de estigmas, las cuales nos va envolviendo a todos y termina enmarcando nuestro diálogo totalmente.

Para ofrecer respuestas hace falta valentía, pero no del tipo del que se cree que lo sabe todo, y vuela para mostrarle al mundo cuan super-poderoso es su intelecto. Ese modelo ya expiró, y es hora de que dejemos el prejuicio, que dejemos de juzgar a los demás quienes nunca han tenido la intención de envasar sus palabras dentro de esos frascos mohosos.

No, la valentía que hace falta es la de proponer respuestas y soluciones, aún cuando sabemos de antemano que serán imperfectas. Además hace falta valentía para dialogar y hasta defender humildemente nuestras respuestas cuando nos sean criticados y señalados por otros, para así probar hasta dónde llega su solidez. Hace falta valentía para expresar ideas activas, firmes y positivas, aún sabiendo que otros lanzarán etiquetas sobre nosotros, que quedarán por mucho tiempo (para muchos seguro soy "el loco cristiano arrogante que escribe disparates en el blog"). Finalmente, y mucho más importante, hace falta valentía para admitirse errado desde que nos demos cuenta de ello.

Así es, prefiero una persona activa quien propone firme pero humildemente, a una quien sólo cuestiona pero no toma da ni un paso hacia una resolución. La segunda puede o no puede ser palabrerío, crítica superficial, retórica fácil, pero al final del día el resultado es prácticamente el mismo.

Ya no quiero leer blogs repletos de preguntas, porque ya signos de interrogación tengo miles colgando de cada neurona. Quiero leer ideas, propuestas, quiero saber en qué milla del camino realmente va la gente, quiero ver que otros tienen propuestas tan imperfectas y frágiles como las mías, quiero poder contribuír al diálogo haciendo preguntas sobre las ideas de otros, para comprenderlos mejor y entender qué ideas y suposiciones dieron pie a esas propuestas.

Entonces, con esto lanzo un reto a todos mis hermanos y amigos blogueros. Les reto a que jamás escriban un post en que dejen preguntas abiertas, sin que a la vez expresen su aporte, su "atrevimiento" de proponer una respuesta, una solución imperfecta, pero tan sincera como sus inquietudes. Propongo que los escritos con preguntas abiertas y sin siquiera un intento por proponer algo sea tomado como mediocre, o por lo menos como incompleto.

Y he ahí mi propuesta. ;)

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