22.7.20

Bebé, Siervo, ó Rey

C.S. Lewis popularizó aquel trilema de que Jesús o fue un mentiroso, o fue un lunático, o verdaderamente fue el Hijo de Dios, Dios encarnado; por esto, es imposible decir que fue sólo un gran maestro de la moralidad.

Dentro de la iglesia (es decir, entre personas quienes sí creen que Jesús es el Hijo de Dios) y por las prácticas que observo, he observado que existe otro trilema.

En la Biblia, particularmente en el Nuevo Testamento, vemos a Jesús tomar distintas formas. A través de la historia, sus seguidores se han hecho imágenes — sea con materiales y hechos de mano, o sólo imágenes mentales — enfocados en la forma de Jesús que más les ha fascinado.

Por lo que veo en la iglesia hoy día, a Jesús se le considera todavía como un bebé, como un siervo, o como el Rey de Reyes.

BEBÉ

Según las Sagradas Escrituras, Dios se encarnó como hombre, y como tal, nació como un bebé igual que todos los demás hombres.

Un bebé es literalmente el ser humano con menos autoridad posible. De hecho, el bebé depende de la autoridad de los adultos para poder sobrevivir. El bebé no sabe cuándo debe comer, no sabe seleccionar sus alimentos, ni tiene medios para procurárselos.

No es sorpresa que algunas personas (¡incluyendo adultos!) hoy día recen oraciones "al niñito Jesús," ya que esa es la imagen que menos invade en su estilo de vida.

Tener una concepción de Dios como bebé es bien cómodo porque se le puede decir cualquier cosa y no te entiende. Tampoco le debes obediencia. De hecho, el bebé necesita más de ti que lo que tú necesitas de él.

Esta idea abre paso a una concepción de Dios como que está en algún lugar, pero no tenemos que rendirle cuentas.

El Jesús que se queda como bebé es la idea perfecta de los liberales, aquellos quienes creen que pueden vivir como quieran y no hace ninguna diferencia. Ellos son los que dictan los términos, el bebé simplemente observa.

Ellos creen que pueden interpretar las verdades de Dios como les dé la gana, ya que ese bebé sólo balbucea y no puede expresar su desacuerdo.

SIERVO

Jesús dijo que en su ministerio terrenal no vino a ser servido, sino para servir. De hecho, siendo Dios desde la eternidad, se humilló a tal punto que le lavó los pies a sus discípulos, entre otras formas de servicio.

El rebajarse a servir al hombre es una cualidad extraordinaria que demuestra un amor sacrificial e incomparable. Sin embargo, a pesar de que luego de este período Jesús fue exaltado a lo sumo, a algunos Cristianos les encanta pretender que Jesús se quedó congelado para siempre como un humilde siervo. 

Y es que entienden que esta es la buena noticia de Cristo: Que a pesar de que ellos son simples seres humanos, les ha caído del cielo un esclavo quien puede cumplir todas sus peticiones y todos sus deseos en el momento en que ellos lo deseen.

Estos entienden que en su relación con Dios, ellos son la autoridad. Su vocabulario incluye verbos como "decretar," "reclamar," entre otros.


Cuando ellos se comportan bien, sienten que les han entregado tremendo aumento de salario a su esclavo personal, por lo que este está en deuda, hasta que responda con más dádivas y bendiciones.

Esta noción le queda bien a los religiosos ultra-conservadores quienes entienden que ellos están en la posición moral superior, exactamente donde debe estar para recibir los regalos del cielo.

REY

Aunque Jesús pasó por el proceso de ser un bebé, y ciertamente vivió como un siervo, esas no son las escenas más recientes a nuestros tiempos que vemos en las Escrituras.

En Apocalipsis vemos que Jesús se aparece al apóstol Juan con ojos de fuego, con una voz como la de un trueno, y una espada sale de su boca.

Luego cuando se dirige a la iglesia de Filadelfia, dice que Él es quien abre la puerta y nadie puede cerrar, y cuando Él la cierra, nadie la puede abrir. En esto demuestra absoluta y total autoridad.

Luce muy diferente al bebé o al siervo… Pero aquí no termina todo…

Más tarde, Juan ve a Jesús como un cordero, pero este tiene siete cuernos (que representa autoridad perfecta) y siete ojos (que representa la plenitud de la deidad).

Y más luego en el libro, viene sobre un caballo blanco, como un Rey y soldado conquistador, derrotando al dragón, a la bestia, y a todo enemigo que se le coloca en contra. Es un Rey que ama y protege tanto a sus súbditos que pelea al frente de la batalla.

Y por supuesto, el Hijo de Dios es mucho más que la suma de todos estos conceptos. La plenitud de la deidad habita en Él, es la imagen misma del Dios omnipresente, omnisciente, omnipotente y omnitemporal.

Esta es una imagen totalmente ofensiva para el hombre carnal, quien desea permanecer como el que dicta los términos de los asuntos y tener todos sus deseos satisfechos a su tiempo.

Esta realidad de Jesús como Rey de Reyes implica que es ÉL quien dice cuándo y cómo se han de realizar las cosas. Ofende porque también significa que al final del tiempo le tenemos que rendir cuentas por nuestros recursos, nuestro tiempo, nuestras oportunidades.

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La forma en que uno conciba a Jesús tendrá muchísimo impacto en cómo uno vive su fe. Jesús en toda su plenitud es el que forma nuestro carácter, el que dirige nuestras vidas, y nos libera de las cadenas del pecado que una vez nos tenían atados.

Algo que les digo repetidamente a mis hijos es que yo quiero tener comunión con el Jesús más grandioso y majestuoso que haya sido revelado. Esto a pesar de que al considerarlo así, tal como le sucedió a Isaías y a Juan, me haga caer al suelo como muerto.

Pero como dijo una vez Juan el Bautista, "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe."