He tenido mucho cuidado con hablar acerca de este tema, ya que los
medios están saturados; sin embargo, muchos de ustedes expresaron
interés en mi postura, así que aquí mi humilde parecer.
La mayoría de los comentarios que he visto caen en una de las siguientes categorías:
—a ) Frenesí y pánico total
—b ) Dejadez y escepticismo total
Para los que me conocen, no será ninguna sorpresa que yo tome una postura moderada frente a este tema, la cual detallo debajo.
No obstante, sé que cualquier cosa que yo diga será descalificado por algunas personas desde ambos campos. Los del primer grupo dirán que no lo estoy
tomando lo suficientemente en serio, mientras que los del segundo grupo
pensarán que el sólo hecho de hablar del tema contribuye al pánico.
Por esta razón, estoy consciente de que es sumamente difícil emitir un
comentario equilibrado — desde mi punto de vista sumamente definido como
pastor cristiano, y no pretendo disfrazar este hecho — y que se
interprete con el equilibrio a la par con mi intención.
Aquí está todo lo que tengo que decir con respecto al tema:
1) En cuanto al COVID-19 en sí.
Estemos claros: No soy especialista en virus ni en infecciones.
Estoy 100% descalificado para hablar acerca de qué tan fatal es, qué tan transmisible es, y otros temas.
Y la mayoría de los que leen esto también están descalificados.
Todos descansamos sobre las mismas estadísticas y reportes para
hacernos una idea de lo real o irreal de la amenaza. Desde el principio se ha caracterizado como una pandemia, una palabra
que no se toma a la ligera. Al momento de esta publicación, se han atribuido 2.81 millones de muertes al virus, y se han registrado 128 millones de casos.
El problema está en que cada persona
interpreta los datos según su paradigma. En otras palabras, por la forma
en que se interpretan, los mismos datos fortalecerán el argumento de la
persona, sin importar en cuál de los dos campos arriba se encuentre.
Entonces, como cada quien concluye lo que quiere, he decidido concluir
lo siguiente: el coronavirus — ó COVID-19 como se llama propiamente — es
lo suficientemente serio como para que tomemos precauciones, pero no
para que entremos en pánico.
Y ya puedo escuchar los alaridos desde ambos campos…
…pero sigo.
Déjame ser claro: Está probado que es un virus serio, y que tenemos que
tomar precauciones. Eso no se discute. El impacto que se ha percibido
hasta ahora no es fabricado.
No obstante…
2) Las reacciones
También debo ser claro en cuanto al contrapunto: El pánico no ayuda a nadie.
Uno de los problemas potenciales más grandes que esta pandemia puede
producir es la escasez de recursos médicos para atender a las personas
quienes más lo necesitan. Este problema sólo se agudiza con el pánico,
ya que provoca que una masa de personas que no tiene que estar en los
hospitales vaya sólo porque están preocupados, y estorben los esfuerzos
para atender a personas con sistemas más débiles al igual que casos que
no tienen ninguna relación (accidentes, enfermedades preexistentes,
etc.).
Por supuesto que debemos despertar, atender a nuestra
salud y la de nuestros seres queridos, abastecernos, etc., pero el
pánico paraliza, provoca que tomemos decisiones erradas, y sobre todo,
como en el ejemplo arriba, actuemos sin rigor a la caridad hacia nuestro
prójimo.
Lo cual me lleva a…
3) El consejo
¿Qué debemos hacer como ciudadanos responsables?
Primeramente, debemos tratar de no infectarnos en la medida de lo
posible. Cosas de sentido común tienen más peso que nunca ahora: lavarse
las manos con frecuencia, evitar las multitudes sin necesidad, quedarse
en casa si uno se enferma.
Segundo, atender a las fuentes
informativas confiables para entender cómo va el asunto. NO a los
noticieros. NO a los medios sociales. NO a los comentarios de gente que
se vende como especialistas pero no saben de qué hablan.
Con
atender a fuentes informativas, me refiero al CDC, WHO, y otras
organizaciones. Cada quien puede buscar estas y otras que están
plenamente focalizadas en situaciones como esta.
Tercero, no
esparzamos pánico por los medios sociales ni ningún otro medio, seamos
agentes de consciencia, de caridad, de atención al prój́imo, rechacemos
la desinformación.
Y finalmente…
4) La perspectiva pastoral
Ya indiqué que entrar en pánico es lo peor que se puede hacer. El Señor
nos dijo que no estemos afanosos por nada, sino que oremos por todo
(Fil 4:6).
Es normal que las personas piensen en la amenaza desde
lo escaso de una vida finita, pero como Cristianos estamos llamados a
pensar desde la perspectiva eterna, asegurada por la redención de
nuestro Señor, hacia esta vida. Y es claro que desde esa perspectiva, no
debemos temer. Para los que estamos en Cristo, lo peor — nuestra
condenación en el pecado — pasó y no volverá.
Quizás algunos
pensarán que esto es una actitud complaciente e irresponsable, pero es
todo lo contrario — y si leyeron mis exhortaciones arriba, deberían
convencerse de ello. Esta visión nos lleva a valorizar esta vida y
nuestra salud como lo que es, un regalo temporal de Dios, por el que Él
mismo nos pedirá cuentas. A la vez, vemos la vida como que es, un
período definido que de una forma u otra culminará.
La pregunta es: ¿Estás preparado para tu último día, sea pronto o no?
Si no estás preparado, es totalmente normal que sientas temor. Es una
cosa dura ver lo frágil que es esta vida y tener incertidumbre de qué
sucede si se pierde.
Nuestra esperanza no se basa en que
viviremos para siempre, sino que nuestra eternidad está garantizada en
que ya Alguien vivió la vida perfecta que nosotros no podíamos vivir, y
pagó la pena incurrida por todo lo que hicimos mal, voluntaria e
involuntariamente. Factura pagada.
En resumen:
Tomemos todo esto en serio, pero no sólo la salud física, sino también nuestra condición espiritual.